2.1.11

Los Caminos por Explorar

Todos optamos por distintos roles para la vida en sociedad.

Tan pronto siento salir de mi boca esa palabra, me detengo… ¿Optamos? Su marcada O inicial se delata en la relectura cual cíclico inicio y final de un todo asequible, develándose ante mis ojos su utilización facilona y descuidada. Sí, eso mismo, facilona y descuidada, y particularmente para el México de hoy, que es nuestra casa, pero, de forma extendida, y en mayor o menor medida, en la mayoría de las sociedades del mundo. Ahora optar es lujo, se dice: más bien se habla de encajar.
Las sociedades no ofrecen a la generalidad alternativas extendidas para escoger en la paleta el color que uno quiera. Ahora, al contrario, se pinta lo que se puede con los recursos que se tienen, o haciendo lo que exige el mercado. Recursos es dinero, y determinismo monetario prevalece, simplemente.
¿Entonces hay libertad de elección, o no? -- continuamos preguntándonos, dudando. Sospechando que nada está bajo nuestra sombrilla, nada es controlable porque existen intereses más poderosos que la simple individualidad indefensa, y el libre albedrio, del cual tanto se habla, no parece elemento definitorio de ruta y destino propio, sino mero concepto apaciguador para el alma que se cree libre.
Acerca del tema recién leí una entrevista, del escritor español Jose Luis Sampedro, que se preguntaba: “¿libertad de elección…? Basta solamente ir al mercado sin ningún peso en el bolsillo… y ya veremos cómo nos va.”
Resulta entonces por demás claro que con Don Dinero a nuestro lado, para abrir la puerta, ese fortachón omnipresente, todo se facilita. Y, por ello, en nuestras sociedades monetizadas al extremo, regidas por el dinero y sus reglas, a tientas nos encajamos escurriéndonos por donde las posibilidades económicas lo permiten, en la lucha por el estatus de todos los días.
Es entonces cuando resulta realmente curioso, anti-paradójico, diría yo, que la madre de Assange –el fundador de Wikileaks, haya decidido mantener a su hijo fuera de los canales educativos tradicionales. Decide educarlo por su cuenta, “para que no lo metan a las reglas de la sociedad” –según se dice. Así, ese mozalbete, educado en los descampados de la no-estructura, surge de esa aula de cielo para agujerar cimientos que se creían irrompibles. Un éxito tajante que alienta. Porque, aunque la obviedad del camino monetizado logra someter, esos nuevos caminos que rompen y contrastan son los que entusiasman, los que renuevan esperanzas.
Entonces, buscando precisión en el lenguaje, empezando el 2011, y añorando colme parabienes para todos, permítanme intentarlo de nuevo:
“Para la vida en sociedad todos jugamos distintos roles.”
Esta frase me gusta más que la inicial, eso que ni que. Aunque el verbo “jugar” no me convenza del todo. O, más bien, aunque me convenza a medias. Lo digo porque hay seriedad en lo que está aquí a un lado, en las bocas que alimentar. Pero, por el otro, el lúdico escurrirnos es necesario, el buscar reinventarnos cada día, cada año nuevo, reanimarnos y sentirnos los anárquicos deseosos de desencasillarse, que saben de dificultades, pero por lo menos se carcajean del divertido intento.