20.4.08

Patti Smith


La Fundación Cartier hace memoria de los juegos de luz de la roquera con su Land 250.

Pragmatismo

(Publicado en El Siglo de Torreón el 20 de abril de 2008. Versión original aqui).

He estado en los últimos días en El Paso, Texas, que en realidad es México en Estados Unidos, con la diferencia que aquí se respetan los semáforos y la gente se pone el cinturón mientras conduce. La tamaña desfachatez de cruzar un soberano puente para cambiar las costumbres, muestra que la proclividad a lo ilegal en nuestro país no es por razones inherentes a la idiosincrasia, sino simplemente por la asumida inexistencia de un enramado institucional mexicano que funcione y castigue, al amparo del marco normativo. Aquí –aunque sorprenda y resulte increíble-- los semáforos tienen cámaras, las multas llegan por correo y la gente acude a pagarlas.
Y la gente aquí hace lo que comúnmente se hace en este sitio: esperar el semáforo para conducir lento a la izquierda, ceder el paso a la H2 en turno, antes de estacionar y apagar el auto para entrar a cualquier tienda a buscar lo innecesario que quieran vendernos. Atestiguar la repetición de esa actividad a través de los días, aburrida en demasía, me obliga a buscar un pasto, una sombra y una espiga, para picarme los dientes lentamente mientras intento escribir estas letras.
Los dos temas mencionados brevemente --respeto a la legalidad y consumo como polea de la economía estadunidense— son esenciales para el entendimiento de este país. Más en particular no derramaré tinta sobre ellos. Prefiero intentar hablar sobre las opiniones de los mexicanos que aquí viven sobre el actual acontecer turbulento de México y sus soluciones. No he conversado con ningún politólogo ni economista experto (debo aclarar), más la voz del ciudadano de a pie sorprende en su pragmatismo: ellos están aquí porque hay más salidas que en México, y en México nada parece solucionarse, y la política y la economía seguirán sin ofrecer trabajos. Sin sentimentalismos las respuestas básicas y tajantes. La nostalgia y la subjetividad cegada por un sistema que ofrece oportunidades y futuro para los hijos. El espejo crudo de un individualismo que desconoce nacionalismos o fronteras. La dramática realidad donde incluso –con reservas me atrevo a decir— se percibe una despreocupación generalizada, como si lo que ocurriera más allá de la frontera ya no tuviera importancia, y el destino de nuestro país fuera manifiesto.
Lo anterior lo plasmo como lo he sentido. La conversación ha sido con mexicanos de diversas clases sociales y acentos, todos ellos viendo los toros desde este lado de la barrera. El común denominador es el siguiente: las oportunidades y la seguridad que aquí encuentran –lo dólares que aquí encuentran--- se colocan en un escalafón superior respecto a cualquier nostalgia o nacionalismo vacuo. Hablan de México desde una perspectiva lejana. Hablan de los que aquí están y de los que allá se quedaron, y su mirada perdida hace referencia obligada a la imagen de los muros de adobe que se pudren en vida en nuestros pueblos. Todos estos mexicanos aquí podrían pasar penurias –y discriminación y migra—, más en sus ojos se percibe que regresar sería tal vez un paso atrás hacia un sistema al que ya no pertenecen, y un sistema donde no tendrían alternativas.
Lo dramático es que ven y hablan de México desde alguna especie de memoria herida, como si la reiterada situación que los orilló a dejarlo los hubiera tatuado de insensibilidad. Todas sus respuestas me han dejado perplejo, confirmándome que el individualismo no conoce de nacionalismos o de fronteras.

13.4.08

Remolino

(Publicado en El Siglo de Torreón el 13 de abril de 2008. Versión original aqui).

Es lugar común la frase: México país de contrastes. Su significar conjuga la riqueza y las desavenencias que derivan en destino. Atardeceres desérticos que exaltan, junto con sus pares chapanecos en las montañas de niebla; favelas recónditas y lastimosas en la mancha urbana, frente al desparpajo de derroche subiendo la avenida rauda en tercera, rechinado las llantas. La riqueza del país como papaya abierta, y la pobreza a flor de piel, y las oportunidades cegadas. Un todo complejo y desigual. Una lucha de clases encarnizada y sin cuartel. Una miopía generalizada al identificar carencias y soluciones comunes. Un individualismo a ultranza. Un inestable y fortalecido remolino producto de siglos de injusta opresión. Una inasequible solución a la injusticia, mientras los fanáticos noten blancura impoluta en lo que para otros es enteramente negro. Una necesidad de ver el fin y trabajar conjuntamente por él bajo las bases del dialogo transparente.
No somos Nación. La conciencia de destino común –elemento sine qua non del término sociológico Nación-- ésta fragmentada entre los distintos estratos sociales mexicanos, distintos molinos a los cuales llevar agua (o ausencia de molinos). Carecemos de elemento unificador, destino compartido. Nuestro diario acontecer fluye estratificado, solitario, alzando los codos para resguardar posiciones. El egoísmo hobbesiano acrecentado por un Gobierno que no unifica con señales pluralistas, porque hacerlo sería traicionar al gremio oligárquico que lo puso en la silla. La definición del destino común comprometida ante los mecenas. El Gobierno debilitado ante el remolino creciente que la desigualdad alimenta.
Arribamos entonces a la situación actual donde el debate energético es paradigma. Riqueza del subsuelo que pone al tendedero las diferencias nacionales, y ventila –a todas luces—la desconfianza imperante al día de hoy con los que nos gobiernan. La tardanza de la iniciativa energética gubernamental alimenta suspicacias. Un proceso legislativo que inicia como paradójica conclusión del mezquino actuar de los políticos. La carcajada de todos. Las dobles caras con máscara de bien común. La percepción generalizada de que un cualquiera podría doblar la esquina con el chuchillo clavado en la espalda.
Pero no partamos de premisas falsas. El remolino de desconfianza imperante no proviene de la dudosa legalidad del actual titular del Ejecutivo, ni del liderazgo y los medios inaceptables del caudillo de la izquierda. El deterioro actual proviene de la podredumbre sembrada a lo largo de siglos con muchos nombres, corrupción, desigualdad, prerrogativas, entre tantos otros. El problema axial es el sistema clasista y opresivo en el que fingimos convivir. El problema axial es que la colectividad duda que el Gobierno, desde una pluralidad moderna, pugne y procure por el bien de las mayorías. El oficio público entendido como botín de pocos. La actividad política peligrosamente desprestigiada. La vulgaridad inundándolo todo. La percepción ciudadana cansada ante el no-cambio y la cadena perpetúa.
Estamos entonces en la región de callejones que no llevan al progreso igualitario, a la sociedad más abierta y plural. Incluso ahora, una iniciativa catalogada como “posible” por el Gobierno, choca con un horizonte de diálogos cerrados, tribuna clausurada y remolino que se acrecienta. La incapacidad se torna en desesperación que deriva en culpables linchados en todas las pantallas, y el encono se amplía entre las fuerzas políticas; remolino creciente en la región de los callejones sin salida, donde recular pareciere la única alternativa posible. El Gobierno debe recular. Desligarse de intereses creados y actuar bajo la lógica de Razón de Estado. Ahondar en un nuevo planteamiento donde la visión pluralista sea más nítida, evitando a toda costa la venta de espejitos, técnica comercial inservible en esta época.
La nitidez como requisito de la democracia. La apertura y el dialogo presupone cartas sobre la mesa y confianza en las contrapartes (aunque sepamos que confiar sea verbo de difícil conjugación en la arena política). Se requieren planteamientos pluralistas, transparentes y objetivos. Un actuar de denote conducción, visión de Estado, y que genere confianza. Hoy por hoy nadie cree la historia, en los términos planteados, de que la renta petrolera se quedará aquí para la reducción de inequidades y mejoría de futuras generaciones. La ambigüedad del concepto se traduce en espejitos borrosos, que tal vez antaño funcionaban, pero ya no más, aunque el país siga sumido en desigualdad e injusticia, y aunque nuestros niveles educativos rayen en la vergüenza. Sed de pluralidad y de transparencia ronda ahora por los aires. Sed de un Estado que defina su Razón y que, desligándose por fin de los intereses particulares de sus múltiples mecenas, comience a actuar por el bien de todos, y coadyuve en generar la conciencia de un destino común.

11.4.08

Carla Bruni, 1993




"Carla Bruni, 1993" por Michel Comte, placa de la primera dama francesa subastada recientemente por Christies a un precio record de $91,000.00 dólares.
Una manera de poseer; una especulación comercial; simple fetiche a satisfacer por pesos de sobra: razones misteriosas que motivan a los hombres. La mediatización imperante las orilla incluso al rellano de lo absurdo.

Por lo demás, la muchachita es una diosa.

6.4.08

Parque Nocturno

(Publicado en El Siglo de Torreón el 6 de abril de 2008. Versión original aqui).

Por las noches salgo de la oficina al parque vecino, entre arboles, y recorro algún sendero angosto, sabedor tal vez que esto de la vida es justamente así, un sendero angosto, y que las noches en ocasiones son largas, y el musgo es el apropiado para recargar la cabeza debajo de un árbol. En esas noches trato de respirar lo justo, pesadamente, sólo el instante necesario para que la melancolía aborde, aunque sea por un rato.
Y mi soledad se escabulle de lo cotidiano al perderme quietamente en la obscuridad del parque, y se encuentra con el silencio más allá de las piedras grandes, apenas una planicie de árboles viejos, iluminada lo insuficiente por sus copas cerradas, donde la noche es tan serena como apenas lo recuerdo, y las bancas están allí, prestas a acompañarnos a roer nuestras preguntas. Sentarme en una de ellas es tal vez la pequeña libreta moleskino, y el bolígrafo en turno al escribir estas letras.
Es entonces cuando resulta revelador que detrás de la soledad y del silencio habite la inquietud, y que detrás del todo siempre sean las mismas siluetas las que compartimos la nocturnidad del parque, día tras día. Los mismos rostros paseando a sus perros y dejando las heces en los cestos atiborrados. La misma pregunta al inicio del mes. La misma angustia que tal vez pudiera despertarnos al bordear la madrugada. Finalmente la humanidad es sólo una, y las dudas de un hombre son las dudas de todos los hombres.
Entre ellos hay una mujer canosa que con lentos pasos cruza los árboles a las diez de la noche, y a la que veo acercarse con una cara que acortando el cuello pega la barbilla al pecho. Un chicotazo de farol relumbra en sus dientes, antes de marcharse a perseguir una sombra por el sendero de la izquierda. Parece rumiar golpes, parece escupir éxitos y fracasos, y en sus manos, nítidamente, el tiempo ha dejado las marcas del viento en la arena. Pudiera parecer tantas cosas. Pero no lo sé. Tan sólo nos quedamos viendo y nos cruzamos miradas, y ella pudiere parecer tantas cosas pero no lo sé. Desde su cara a mis ojos la barrera es sólida. Somos dos planetas. En alguna ocasión le dirigí alguna palabra pero desde hace tiempo desistí al intento. Ahora me limito a observarla. La veo cruzar el sendero de la izquierda y, media hora después, regresar por el otro lado a hurgar en los basureros. Mejor quedarnos mudos ante la diversidad de intenciones. Mejor intentar conocernos a nosotros mismos.
Con ese otro tipo flaco y alto nunca he cruzado palabra. Parece el miembro más honorario de la legión de los solitarios, y su altivez destaca donde la hay. Siempre carga lo que es auténticamente una petaca, baúl forrado de cuero, de donde extrae algunos libros mientras su perro merodea por entre los árboles. Cruza la pierna lentamente y parece que quiere leer pero no lee, extrañamente. Abre el libro y voltea a los lados y después lo cierra, y no lee. La vida siempre cargada de buenas intenciones. En ocasiones las historias (las llagas) nos dejan con la mente distraída y lista para el traste, aunque nos despilfarremos de buenas intenciones. Comúnmente lo persigo con la mirada mientras recoge sus tiliches, antes de marcharse frente al perro que zigzaguea a sus espaldas.
En aquella otra el deterioro es cotidiano. Llevo ya meses viéndola y últimamente parece habitante de las catacumbas. Pareciere faltar poco para extinguírsele del todo aquélla luz perla que alguna vez inundó sus ojos. Es que las llamas pueden extinguirse con cualquier descuido. Resquebrajarse sin avisar la esperanzadora utopía que alguna vez creímos alcanzar. Desaparecer del todo la caminata nocturna que alguna vez creímos disfrutar. Caerse todo en un instante de las manos. Ahora ella sólo tiene los restos sucios del perro aguadándosele al tacto, como si fueran semanas, como si fueran los días y las horas depositadas en el cesto repleto de la banca del fondo. Las llamas que se extinguen ante cualquier descuido.
Pero así pasa. Basta quedarse allí también quieto en la banca hasta que comiencen a fallar los faroles. Y es por ello que decidí marcharme. Y por allí voy. Lentamente y con mi paso quieto y con mi propio bagaje a cuestas, y calcando también, en este breve moleskino oscuro y con una letra horrible, ese ruido de hojas secas que me lleva a la calle, crujiendo paso a paso, mientras atravieso el sendero del fondo.