18.7.10

Trigo Limpio



Preocupa enormemente la sensación extendida de que el Ejecutivo Federal no está pudiendo con el paquete. Como probadita mediática, y rodeada de un paradójico silencio, la renuncia reciente del vocero muestra un equipo gubernamental desfondado. A nuestra crisis, de múltiples frentes, la magnífica la incapacidad del Gobierno.

Justamente me estoy refiriendo a los señoritos del PAN. Los frívolos e inexpertos arribistas. Tras una elección cuestionada y polarizada, lograron perdurarse en la cima del poder político. Con discurso cimentado en el miedo, convencieron al clasismo mexicano más atorrante, descarrilando un proyecto de izquierda, cuya fortaleza y permanencia es fundamental para redondear la transición democrática. El debilitamiento de dicho proyecto (su fragmentación) no ha hecho más que caldear los ánimos dispersos. Desde la confrontación, se frenó un movimiento que legítimamente demandaba erradicar injusticias históricas (independientemente de su líder, y de su tentación mesiánica). De allí el encono, de allí el deterioro, de allí la creciente inconformidad del País. Los señoritos no lo pueden ver, porque su frivolidad se los impide.

La potestad de configurar un equipo es parte fundamental del ejercicio de Gobierno. Nuestra Constitución faculta al Ejecutivo Federal para nombrar y remover libremente a los Secretarios del Despacho. De esa liana se aferra el Presidente ahora, acorralado, alimentado de migajas, apenas tranquilo de rodearse de un círculo pequeño de colaboradores. Los nombramientos recientes son desafortunados desde todo ángulo. La subjetiva tranquilidad del Presidente, de buscar lealtad sobre todas las cosas, es muestra de debilidad y deterioro.


Debilidad y deterioro conformando un Gobierno que ya claudicó: los solitarios de Palacio. Superados en sus capacidades y por las circunstancias, siguen administrando lo poco que les permite la otrora poderosa oficina de la Presidencia de la Republica. Entre ellos, rememoran nostálgicos sus exitosas mocedades, cantoneando a Trigo Limpio. Se aferran a los magros resultados que una alianza electoral cuestionada pudo proveerles. Con sus principios prostituidos, se regodean ante unas cuantas medallas sin brillo.

Pero aun así –o precisamente por ello, actúan a contraflujo de la evidencia, lo cual es despropósito. El deterioro institucional es problema fundamental; lo mismo el carecer de políticos rigurosos, de experiencia, profesionales. El actuar del Gobierno resquebraja desde el cinismo. Carambolas recurrentes de dos bandas, que van y regresan, que este hueso y el otro. Me parece un insulto a la inteligencia que el encargado de la promoción económica sea un especialista en derecho canónico y ciencias de la familia; a no ser aceptación tácita de que la economía es controlada por un puñado de familias, que si de corrupción se tratara hablarían con dios. Me parece un insulto a la inteligencia que el segundo hombre más poderoso en el escalafón gubernamental, haya sido hasta ayer un total desconocido de currículo mediocre.

Trivializada la acción gubernamental, se le da la espalda al rigor en la selección, a la planeación, al propósito. Con una recurrente institucionalidad mermada, se acrecienta el desprestigio de la acción política. Son solitarios en Palacio. Ajenos a la imperiosa necesidad de arriesgar capital político en busca de una ruta critica, específica y mesurable, que acerque posiciones en torno a los grandes temas en debate. Pero no hay nada más, salvo administrar la decadencia. Y solo ver simplemente pasar el tiempo, estáticos, cuidándose la espalda entre más de dos leales, solo preocupados por su propia permanencia.