11.9.10

Un breve e inocente posicionamiento a (des)tiempo


Me pongo a escribir como una forma de gritar: sin menguar en el esfuerzo, convencido de que hay salidas.


En su faceta de ensayista, Jorge Volpi dice que “a los latinoamericanos no nos distingue nuestra fantasía, sino nuestra resignación. Resignación –continua Volpi— de turbio origen católico que explica el conformismo que nos convierte en súbditos dóciles, en bien dispuesta carne de cañón, en sucesivas victimas del colonialismo, el imperialismo, el comunismo, el capitalismo y el pos colonialismo”.


Su concepto clave a resaltar es “súbditos dóciles”. Atreviéndome, a la vez, a definir el mencionado pos colonialismo, como el régimen oligárquico de poderes facticos, que administrando la desigualdad nos gobierna.

Así, resignados, súbditos dóciles, acostumbrados a vivir y luchar en un país creado a base de privilegios, no conocemos otra cosa, sino una cotidianidad de favoritismos: el esquema opresor de facto en el que vivimos. Esa desafortunada creación histórica (nuestra sociedad, nuestro lugar y voz en la sociedad), se distingue por una limitada capacidad de exigencia, al grado que el estomago del país se ha distendido sin contrapesos, hasta límites hace años insospechados. Ahora, justo en estos días que coinciden con la efeméride del bicentenario, somos testigos de una amalgama compleja de circunstancias que invita a pensar, que demanda atención y, sobre todo, y ahora sí, al margen de lo turbio del tatuaje católico (siguiendo con Volpi), que exigen actuar sin resignación:


(i) el existente racismo étnico y de clase, herida que polariza el dialogo; (ii) el inacabado esfuerzo por construir un Estado de Bienestar; (iii) el embrutecimiento televisivo y sus creaciones electorales talladas a mano; (iv) el impacto de una crisis económica de proporciones mundiales; (v) el entronamiento de Don Dinero, producto de la masificación global del consumo; (vi) la explosión demográfica y el chingatal que somos; (vii) la reconfiguración de la pirámide poblacional, la mayor generación histórica de mexicanos en edad productiva; (viii) la ausencia de oportunidades atractivas para nuestros jóvenes; (ix) la confluencia del primer/tercer mundo, que este país sufre y goza; (x) el crecimiento en infraestructura y la consecuente movilidad masiva de personas; (xi) la planeación urbana que no hace ciudad; (xii) la ausencia de herramientas básicas educativas para discernir conductas ilegales; (xiii) la desastrosa educación y el sindicato de maestros; (xiv) la debilidad institucional para encausar la transición democrática; (xv) lo brilloso del billete verde que todo lo deslumbra, y su capacidad corruptora en los jóvenes; (xvi) la ceguera ciudadana en temas públicos; (xvii) la creencia (herencia) extendida de que el ejercicio del poder público es con fines particulares; (xviii) la pendejez melancólica y solitaria de creernos los mas chingones; etc., etc.

Usted sígale. Los catálogos están hechos para completarse, y a través de ellos se distingue la compleja gravedad de la circunstancia, la imperiosa necesidad de acción, de cambio. No debemos resignarnos a permanecer mudos, ni a que se siga administrando la decadencia, ni a que se agote una generación más, y la que sigue, y así, continuamente, por los siglos de los siglos, amen. No resignarnos a que regrese el mismo PRI y parezcamos detenidos en el tiempo. Ni a que quieran vernos cotidianamente la cara de pendejos con simulaciones. Ni resignarnos a permanecer en la oscuridad, a no entender los orígenes, causas, efectos, porque solo con información la cotidianidad cobra sentido, y entonces podremos remar a donde queramos hacerlo.


No resignarnos a que parezca imposible participar fuera de los moldes, enmudecer: Díganme: ¿quiénes son los que están tomando decisiones en este país? ¿Tienen las capacidades técnicas para orientar nuestro progreso –tienen el entendimiento medular del reto actual? ¿Acaso este país se merece improvisados, construidos en base a su copete?

No resignarnos a no hablar de lo insensato, a no alzar la voz sobre lo burdo, sobre la burla, sobre las acciones irregulares que nos han orillado al deterioro de este país. Si. Debemos denunciar y poner en tela de juicio las acciones irregulares, lo burdo traposo. Y, predicando con el ejemplo, diré que me parece pragmático, al grado del cinismo, ese producto mercadológico Peña Nieto, que si todo sigue igual, será nuestro Presidente. Nuestro guía, nuestro gurú, el hacedor del progreso, el tomador de las decisiones, el mero-mero matraquero. ¿Quién es? ¿Qué intereses representa? ¿No acaso es un títere de Televisa, y la continuación de lo que venimos diciendo? ¿De qué son sus pies, sino de barro?

Perdóneme al que le duela, al que haya destinado todas sus energías a ese proyecto, pero la forma en que han conducido a Peña Nieto a acceder a la silla presidencial, no es ya aceptación tácita, sino hecho expreso consumado, de que nuestras estructuras políticas, que se dicen democráticas (δημος: demos: pueblo: de todos), están cooptadas por un poder factico que controlan pocos; están maniobrados por el poder de las televisoras, cuyos contenidos, por lo demás, siempre se han caracterizado por su mediocridad idiotizante. Perdóneme al que le duela, pero para mí es más claro que el agua: ese particular proyecto priista/televisivo Peña Nieto, es a todas luces un retroceso a la transición democrática que creímos emprender, la que en algún momento nos entusiasmó. Si sus simpatizantes no lo ven con tal claridad, me parece increíble –debo decirlo, pero también entendible en este zoológico México convertido, donde el cinismo individualista todo lo privilegia.


Podrán avasallarnos con sus auditorios llenos, con toda la plana y el poder en sus manos. Pero no podrán llevarnos a la resignación muda. Las causas, los factores, la suma compleja: lo tenemos todo, usted súmele; pero no añadamos –a ese catálogo de desavenencias, la muerte de la esperanza demencial que esto se componga, tarde o temprano.
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