25.9.10

El Idealista Maltrecho

Estas letras a propósito de la conferencia de Sergio Fajardo, y de algunas vivencias especificas vinculadas con conceptos que el colombiano abandera.

Primero hablaré del proyecto urbanístico High Line de Manhattan. Icono mundial de redestino de infraestructura urbana, de utilización del espacio público como parte de esfuerzo integral para combatir zonas deterioradas de alta criminalidad. Es un parque público construido en abandonadas vías de tren, que culebrea unas ocho cuadras desde la Washington y la Gansevoort hacia el norte. Un armatoste de metal oxidado tornado en verde, que corta de tajo el Distrito donde se Empaca la Carne, justo la zona de la parte baja de Manhattan, donde viví cerca de tres años a mediados de los noventas. Esa vivencia entrañable en esa ciudad, me llevó a experimentar en carne propia esa zona devastada.

Obviamente la juventud y su curiosidad, la fascinación por los trasfondos que la Gran Manzana ofrecía, me obligó a sumergirme en los sitios asociados al jazz, la música, el sexo, la droga, especialmente en ese distrito neoyorkino de los empacadores de carne. Recuerdo el Cooler, clavado en las catacumbas, donde tenias que sacar de los escusados a los junkies pinchándose en el pene con los ojos blancos. Desnudos rapados defecaban en los mingitorios. Chicas sin bragas prostitutas perdidas vestidas de enfermeras vomitando bilis en la banqueta llorando. Y en el Vault estaba prohibido intercambiar sangre.

Pero eso fue entonces. Porque hoy, 15 años después, justo esa zona es polo turístico, gastronómico, enclave de la moda, hervidero de sucesos, generador de plusvalías. Y en el centro de esa transformación, High Line es moño verde y alargado, que decora un esfuerzo y estrategia integral de regeneración, de coordinación entre lo público y lo privado. Viví esa zona antes. La he visto ahora. Y les puedo decir que es posible cambiar las cosas.

Pero lo que en realidad me deschaveta es como lo hicieron. Vayan ustedes a www.highline.org y píquenle en historia. Verán como los vecinos, desde lo individual, lucharon para la preservación y el reuso de esas vías elevadas como espacio público. Trabajaron e hicieron a las autoridades un plan. Insistieron y tocaron puertas. Empujaron y se hicieron oír como ciudadanía responsable. Y, como resultado, al día de hoy, es posible subir a ese prado alargado, y con el viento frio sentirte vivo.

La visita de Fajardo ha reafirmado mi convicción de que la creación de espacio público es fundamental en la búsqueda de cohesión social. Y también del compromiso ciudadano.
Justamente, el pasado febrero escribí en esta misma columna, sobre Fajardo y el espacio público: “es prioritario, a mi considerar, una política urbana de vanguardia que haga ciudad. Que procure sitios donde el ciudadano se encuentre y se reconozca, lugares que en sí mismos inviten a la comunión con el Otro.”

En ese entonces, en febrero, precisamente motivado por comentarios positivos a ese editorial, por la historia de participación ciudadana detrás del éxito del High Line, y guiado por un idealismo maltrecho, pero aun existente, me puse a trabajar de la mano con Issac Broid, arquitecto ganador de la bienal de arquitectura 2008, verdadero mounstro del espacio, y amigo cercano de Giancarlo Mazzanti, arquitecto de la premiada Biblioteca España de la alcaldía de Medellín. De nuestro esfuerzo resultó una propuesta específica de intervención urbana en Torreón, que le hicimos llegar a Eduardo Olmos. Solicitaba apoyo, desglosaba pasos concretos, esbozaba vehículos jurídicos necesarios, y planteaba la existencia de una estrategia mercadológica, encaminada a buscar una opción autofinanciable.
La propuesta a Olmos decía: “Los engendros desarticulados de los que hablo, no son más que el resultado de pensar que la solución contra la violencia de las ciudades es la creación de pequeños guetos protegidos. Eso nos ha llevado a concebir la ciudad como una simple suma de elementos aislados, casi independientes, que se unen por las vías de los automóviles. Una visión miope, sin lugar a dudas. A mi considerar es posible recuperar la seguridad pública, y la convivencia ciudadana, en la medida que rescatemos nuestros espacios colectivos, en el momento que el ciudadano se apropie de los sitios de convivencia que le corresponden. Lo haremos con énfasis en los espacios colectivos”.
Y esbozaba a detalle:
“El concepto general es aprovechar la anchura de algunas calles del centro, y hacer en ellas pequeños parques. Aquí desearas seguramente cerrar la página, identificando algo irrealizable: calles comprometidas, tráfico, inviabilidad política. Pero no. No propongo intervenir todo el ancho de la calle, sino sólo una franja lateral. Tenemos calles de 21.5 metros de ancho por 85 metros de largo, algunas subutilizadas por la vialidad. Identifiquemos aquéllas calles equidistantes a grupos de población desatendida, susceptibles políticamente de intervención en un carril, sin comprometer la vialidad.”
“Una vez determinadas las franjas exactas, insertemos en ellas pequeños parques lineales de 85 metros de largo por 7 de ancho. Visualicemos en el centro cinco chorizos arquitectónicamente atractivos, que en su diseño mismo potencien el comercio aledaño y respeten la banqueta. Coloquemos en ellos mobiliario de vanguardia en forma de juegos y de bancas, con los mejores estándares de acabados y diseño. Trasplantemos árboles frutales que den buena sombra, para disfrutar el sabor y aroma de las frutas. Pongamos piso blando para juegos infantiles, chorros de agua para los niños con sistema sustentable de reciclamiento, y hagamos que nuestro caluroso verano se llene de agua, refresque, reconforte y solidarice haciendo ciudad. Hagamos lo más bello para la zona más golpeada.”
“No se trata de decir adiós a los coches, ni limitar posibilidades a los locatarios cercanos. Al contrario. Las plusvalías se mostraran naturalmente, a la par que se atiende la urgencia ciudadana de sitios dignos para el esparcimiento. La recreación traerá familias más sanas, liberará presión familiar, las madres no estarán encerradas durante toda la tarde con los niños. El encierro de ahora genera insatisfacción, frustración, violencia domestica en el nivel micro, ecos en lo macro, patologías sociales.”
Debo decir que no he tenido respuesta alguna de Eduardo Olmos respecto a la propuesta del pasado febrero. Su mutismo, sin embargo, no desalienta. Entiendo de tiempos, de presiones, y de una coyuntura de seguridad delicada, que ha exigido toda su atención, responsabilidad y fuerza. Sin embargo, me parece que el ruido generado por la visita de Fajardo, abre una rendija al sueño de este idealista maltrecho. Tener esos parques llenos de luz y de agua y de frutas, allá, en nuestro centro, contiguos a donde todo empezó; para mi podrían ser parte de una estrategia integral.
Así: si hay rendija que abrir, la visita de Fajardo se torna herramienta. Aplaudo entonces la iniciativa del gobierno de analizar ideas nuevas bajo un marco de transparencia. Y precisamente por ello pongo ahora la propuesta concreta ante los ojos de la ciudadanía. Y los invito a analizarla con la seriedad que la situación merece.

18.9.10

Rastro Invisible

Fue en un día lejano cuando coincidimos de nuevo –y por última vez, en el fondo esquinado del parque.
Si mal no recuerdo nos encontramos un sábado, en ese sitio donde unos y otros sólo se murmuran a veces, y si acaso se dirigen la mirada, es muy de vez en cuando; excepción a sus encuentros furtivos.
Tal fue nuestro caso, al menos de principio.
Después pasó el tiempo desmoronándose todo, y cruzando no sé qué palabras repetiste la palabra Celos. No me importó. Yo levanté la cara a los arboles, deseando quedara claro, que no había venido a experimentar con gritos; a los delatores, prefiero, cerrarles los espacios. Pero entonces, en ese largo parque, y en esa banca lejana, parecíamos, entre una oscuridad ficticia, dos cuervos sin buscar algo. Te adelantabas manoteando confesando sin razones, casi me gritabas salivando. Tu gabán azul, taladrada la arracada al pezón, una línea negra tatuada bajo tu pestaña, remataba flecha curvilínea justo al borde de la frente. Recuerdo que salivabas y que me gritabas a centímetros de distancia.
Pero… ¿ya conté de donde venía yo, o que hacia allí?
En realidad no sé si ya lo dije. Tanto ruido y violencia desubica, se vuelven incoherentes las historias, se resisten los recuerdos a formarse como solían hacerlo. Yo solo sé que ese parque existía, y que cuando entraba la noche lo visitábamos como fantasmas. Sus abismos servían para desaparecer de la vida, para husmear la presa siguiente, sus hábitos, manías, sus momentos de descuido; caminaba lentamente por sus bordes, en el interior por sus senderos, con un olfato atento, casi todos los días, entrada la noche. Me sentaba en alguna de sus bancas frotándome los nudillos en la madera crujiente, hasta que algo ocurría, hasta que se manchaba de sangre.
Regresan entonces a mi memoria sus gritos, salivando en esa oscuridad ficticia:
“!un cuchillo a todo lo largo, o la segunda falange, nada mas…!”.
“¿Hay diferencia?
¡Ehhh!
¿Sangrará igual?”

***

No puedo continuar narrando al detalle porque nos invadió la violencia y es difícil recordarlo. Tengo en la memoria un gusano que taladra: el vaho caliente de un cigarro oscuro, las cicatrices en sus pliegues, su sexo húmedo, cuando empezó todo. No puedo narrar al detalle porque fue como cuando en un cruce de cebra, por ejemplo, de una calle a otra, una llanta desparrama el cuerpo de un pájaro, y no reparamos si es chanate o chilero: es pájaro muerto que un niño levanta sin asco del ala; y su sangre, que pesada cae del pico, se asemeja a esa otra, que también circular y espaciada, se fue salpicando a lo largo del piso, dejando las etiquetas precisas que después marcarían un rastro.

16.9.10

Julio Cortázar sobre el Jazz, y un pequeño fragmento de la La Vuelta al Piano de Thelonious Monk.




Ahora se apagan las luces, nos miramos todavía con ese ligero temblor de despdida que nos gana siempre al empezar un concierto (cruzamos un río, habrá otro tiempo, el óbolo está listo), y ya el contrabajo levanta su instrumento y lo sondea, brevemente la escobilla recorre el aire del timbal como un escalofrío, y desde el fondo, dando una vuelta por completo innecesaria, un oso con un birrete entre turco y solideo se encamina hacia el piano poniendo un pie delante de otro con un cuidado que hace pensar en minas abandonadas o en esos cultivos de flores de los déspotas sasánidas en que cada flor hollada era la lenta muerte de jardinero. Cuando Thelonious se sienta al piano toda la sala se sienta con él y produce un murmullo colectivo del tamaño exacto del alivio, porque el recorrido tangencial de Thelonious por el escenario tiene algo de riesgoso cabotaje fenicio con probables varamientos en las siertes, y cuando la nave de orcura miel y barbado capitán llega a puerto, la recibe el muelle masónico del Victoria Hall con un suspiro como de alas apaciguadas, de trajamares cumplidos. Entonces es Pannonica, o Blue Monk, tres sombras como espigas rodean al oso investigando las colmenas del teclado, las burdas zarpas bondadosas yendo y viniendo entre abejas desconcertadas y exágonos de sonido, ha pasado apenas un minuto y ya estamos en la noche fuera de tiempo, la noche primitiva y delicada de Thelonious Monk.

La vuelta al piano de Thelonious Monk (fragmento), Julio Cortázar.

15.9.10

Las líneas de la mano (Julio Cortázar)



De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en este instante empieza a cerrarse sobra la culata de una pistola.

“Historias de cronopios y de famas”, 1962

11.9.10

Un breve e inocente posicionamiento a (des)tiempo


Me pongo a escribir como una forma de gritar: sin menguar en el esfuerzo, convencido de que hay salidas.


En su faceta de ensayista, Jorge Volpi dice que “a los latinoamericanos no nos distingue nuestra fantasía, sino nuestra resignación. Resignación –continua Volpi— de turbio origen católico que explica el conformismo que nos convierte en súbditos dóciles, en bien dispuesta carne de cañón, en sucesivas victimas del colonialismo, el imperialismo, el comunismo, el capitalismo y el pos colonialismo”.


Su concepto clave a resaltar es “súbditos dóciles”. Atreviéndome, a la vez, a definir el mencionado pos colonialismo, como el régimen oligárquico de poderes facticos, que administrando la desigualdad nos gobierna.

Así, resignados, súbditos dóciles, acostumbrados a vivir y luchar en un país creado a base de privilegios, no conocemos otra cosa, sino una cotidianidad de favoritismos: el esquema opresor de facto en el que vivimos. Esa desafortunada creación histórica (nuestra sociedad, nuestro lugar y voz en la sociedad), se distingue por una limitada capacidad de exigencia, al grado que el estomago del país se ha distendido sin contrapesos, hasta límites hace años insospechados. Ahora, justo en estos días que coinciden con la efeméride del bicentenario, somos testigos de una amalgama compleja de circunstancias que invita a pensar, que demanda atención y, sobre todo, y ahora sí, al margen de lo turbio del tatuaje católico (siguiendo con Volpi), que exigen actuar sin resignación:


(i) el existente racismo étnico y de clase, herida que polariza el dialogo; (ii) el inacabado esfuerzo por construir un Estado de Bienestar; (iii) el embrutecimiento televisivo y sus creaciones electorales talladas a mano; (iv) el impacto de una crisis económica de proporciones mundiales; (v) el entronamiento de Don Dinero, producto de la masificación global del consumo; (vi) la explosión demográfica y el chingatal que somos; (vii) la reconfiguración de la pirámide poblacional, la mayor generación histórica de mexicanos en edad productiva; (viii) la ausencia de oportunidades atractivas para nuestros jóvenes; (ix) la confluencia del primer/tercer mundo, que este país sufre y goza; (x) el crecimiento en infraestructura y la consecuente movilidad masiva de personas; (xi) la planeación urbana que no hace ciudad; (xii) la ausencia de herramientas básicas educativas para discernir conductas ilegales; (xiii) la desastrosa educación y el sindicato de maestros; (xiv) la debilidad institucional para encausar la transición democrática; (xv) lo brilloso del billete verde que todo lo deslumbra, y su capacidad corruptora en los jóvenes; (xvi) la ceguera ciudadana en temas públicos; (xvii) la creencia (herencia) extendida de que el ejercicio del poder público es con fines particulares; (xviii) la pendejez melancólica y solitaria de creernos los mas chingones; etc., etc.

Usted sígale. Los catálogos están hechos para completarse, y a través de ellos se distingue la compleja gravedad de la circunstancia, la imperiosa necesidad de acción, de cambio. No debemos resignarnos a permanecer mudos, ni a que se siga administrando la decadencia, ni a que se agote una generación más, y la que sigue, y así, continuamente, por los siglos de los siglos, amen. No resignarnos a que regrese el mismo PRI y parezcamos detenidos en el tiempo. Ni a que quieran vernos cotidianamente la cara de pendejos con simulaciones. Ni resignarnos a permanecer en la oscuridad, a no entender los orígenes, causas, efectos, porque solo con información la cotidianidad cobra sentido, y entonces podremos remar a donde queramos hacerlo.


No resignarnos a que parezca imposible participar fuera de los moldes, enmudecer: Díganme: ¿quiénes son los que están tomando decisiones en este país? ¿Tienen las capacidades técnicas para orientar nuestro progreso –tienen el entendimiento medular del reto actual? ¿Acaso este país se merece improvisados, construidos en base a su copete?

No resignarnos a no hablar de lo insensato, a no alzar la voz sobre lo burdo, sobre la burla, sobre las acciones irregulares que nos han orillado al deterioro de este país. Si. Debemos denunciar y poner en tela de juicio las acciones irregulares, lo burdo traposo. Y, predicando con el ejemplo, diré que me parece pragmático, al grado del cinismo, ese producto mercadológico Peña Nieto, que si todo sigue igual, será nuestro Presidente. Nuestro guía, nuestro gurú, el hacedor del progreso, el tomador de las decisiones, el mero-mero matraquero. ¿Quién es? ¿Qué intereses representa? ¿No acaso es un títere de Televisa, y la continuación de lo que venimos diciendo? ¿De qué son sus pies, sino de barro?

Perdóneme al que le duela, al que haya destinado todas sus energías a ese proyecto, pero la forma en que han conducido a Peña Nieto a acceder a la silla presidencial, no es ya aceptación tácita, sino hecho expreso consumado, de que nuestras estructuras políticas, que se dicen democráticas (δημος: demos: pueblo: de todos), están cooptadas por un poder factico que controlan pocos; están maniobrados por el poder de las televisoras, cuyos contenidos, por lo demás, siempre se han caracterizado por su mediocridad idiotizante. Perdóneme al que le duela, pero para mí es más claro que el agua: ese particular proyecto priista/televisivo Peña Nieto, es a todas luces un retroceso a la transición democrática que creímos emprender, la que en algún momento nos entusiasmó. Si sus simpatizantes no lo ven con tal claridad, me parece increíble –debo decirlo, pero también entendible en este zoológico México convertido, donde el cinismo individualista todo lo privilegia.


Podrán avasallarnos con sus auditorios llenos, con toda la plana y el poder en sus manos. Pero no podrán llevarnos a la resignación muda. Las causas, los factores, la suma compleja: lo tenemos todo, usted súmele; pero no añadamos –a ese catálogo de desavenencias, la muerte de la esperanza demencial que esto se componga, tarde o temprano.
Version Siglo de Torreón: http://t.co/nouigRs

5.9.10

Modelo para Armar (o sobre los decididos machines)

¿Nos debemos a una tierra? ¿Debemos permanecer en ella en las buenas y en las malas? ¿Bastan solo las ópticas particulares?
La respuesta depende –como todo, del cristal donde se mira. Todas las decisiones merecen respeto. Nadie es imprescindible. Nadie es necesario.
Pero eso sí: no necesitamos en este país a pesimistas inmóviles en queja perpetua, inútiles y absurdos acrecentadores de sicosis colectivas. Aquí queremos a los decididos machines que desde la sociedad civil se aglutinen para exigir el cambio. Espero que este mínimo Modelo para Armar sea de utilidad para que el que quiera tome las decisiones que le plazcan.
He estado conversando con alguien en la disyuntiva de marcharse a Estados Unidos. Sus circunstancias son las siguientes: casado con tres hijos, todos con visa de turista, un hijo por entrar a la adolescencia, US$230,000.00 líquidos en el bolsillo después de quemar las naves, una maleta de sueños aun por cumplirse. Habiendo visto poco progreso en este México de crisis recurrentes, la escalada de violencia le preocupa sobremanera, principalmente por la edad de sus chicos, y por ello han decididos marcharse.
Dejar el empleo, por parte de él, no representa mayor desprendimiento. De cualquier forma “ya estoy hasta la madre de las ñoñeces de mi jefe el lunes tempranito”. Por parte de la madre, tampoco hay mayores ataduras que les impida marcharse. Familia tienen, y la tienen cercana, pero es secundario tenerlos lejos -según me ha dicho.
Según sus cálculos el billete les aguantaría poco más de dos años con los bolsillos apretados. No tener ingresos es un escenario pesimista. Están ambos consientes de que deben producir, y que esa mudanza es un salto al vacío definitivo “por nuestra seguridad y para darle mayores oportunidades a nuestros hijos”.
¿Qué van a hacer entonces?
Primero que nada constituirán una LLC, y como empleados de dicha sociedad, regularizaran el estatus migratorio de todos. Se puede cruzar como turista y después hacer el papeleo. Un abogado les organizará la historia por unos US$8,000.00 dólares, más o menos, según me dice: “le estoy negociando al cabrón del abogado, pero no se deja, tu sabes…, with the money dance the dog, con dinero baila el perro, el piporro se escucha machin del otro laredo, ¿no crees?”.
El tema migratorio es para ellos de mayor importancia. Estando legales todos vamos a tener acceso a servicios públicos, educación, salud, y los chicos seguirán estudiando. Subcontratados por la empresa, siendo ambos profesionistas, podemos prestar servicios a terceros, o comercializar productos mexicanos, o pasar los primeros meses buscando oportunidades para después atacarlos del todo. Algo encontraran –me dice: “cuantas veces no has escuchado eso de ¡que quien es trabajador en ese país, tiene alternativas! ¡esa es la tierra de oportunidades! ¡el sueño americano!”
Me dice que ya han echado números, “bien apretados, pero ni hablar” En El Paso, por ejemplo, una renta de un departamento puede conseguirse a 1,000 dólares mensuales. Eso podría ser buena opción para empezar. Podría ser atrás de Sunland. Residir legalmente en buena zona significa acceso a las mejores escuelas públicas para los chicos. Ya las hemos visto bien. Incluso avalados por la empresa podemos tener un financiamiento, y comprar una troquita de las suaves gabachas. Eso lo tenemos claro. No podemos parecer jodidos advenedizos, porque eso trae mala suerte. Debemos parecer acomodados, por lo menos. Fingir que su patrimonio corría riesgo en un México inestable, y hacernos los importantes en una mudanza necesaria. Eso es muy importante. Así la misma raza mexicana que anda por allá nos abrirá las puertas. El deptito va a estar pinchi, pero será temporal, vas a ver...
Le pregunto y me dice que sí, que sí ha leído las declaraciones recientes de Lorenzo Zambrano, el mandamás de Cemex, caca grande de Monterrey. Coincide con él en lo fundamental, pero piensa que Zambrano habla desde un estado de cuenta con saldo asumido y circuito cerrado. Por eso, sus opiniones sobre traición, sobre dar la espalda a México, o cualquier sentimentalismo del tipo, le valen absolutamente madres. Aquí cada quien hace lo que quiere.
Yo lo único que tengo es el análisis con mis dólares ahorrados y mis tres chimpayates. Por allí tengo que empezar. Es cierto, la moralina de vez en cuando me toca la espalda, me mueve el piso. Fui educado en México y Mexico me dio todo. La posibilidad de crecer con costumbres entrañables, de formar familia y ver crecer a sus hijos.
Pero eso es corazón –me dice, y ya no puedo pensar con el corazón. Ni con el estomago. No me
importa comer toda la mierda de allá.
Es cierto, me voy bien jodido, pero estoy hasta la madre de tanta tranza. No puedo ni salir a la calle. Veo ojos que me amenazan en todas las esquinas. Esto nunca se va a componer –me dice, y así le sigue, y no para, y hoy por la mañana me habló por teléfono de nuevo.
Yo ya le ofrecí ayuda, para lo que vaya necesitando, en el límite de mis posibilidades. Me urge que ejecute su plan lo más rápido posible.