13.4.08

Remolino

(Publicado en El Siglo de Torreón el 13 de abril de 2008. Versión original aqui).

Es lugar común la frase: México país de contrastes. Su significar conjuga la riqueza y las desavenencias que derivan en destino. Atardeceres desérticos que exaltan, junto con sus pares chapanecos en las montañas de niebla; favelas recónditas y lastimosas en la mancha urbana, frente al desparpajo de derroche subiendo la avenida rauda en tercera, rechinado las llantas. La riqueza del país como papaya abierta, y la pobreza a flor de piel, y las oportunidades cegadas. Un todo complejo y desigual. Una lucha de clases encarnizada y sin cuartel. Una miopía generalizada al identificar carencias y soluciones comunes. Un individualismo a ultranza. Un inestable y fortalecido remolino producto de siglos de injusta opresión. Una inasequible solución a la injusticia, mientras los fanáticos noten blancura impoluta en lo que para otros es enteramente negro. Una necesidad de ver el fin y trabajar conjuntamente por él bajo las bases del dialogo transparente.
No somos Nación. La conciencia de destino común –elemento sine qua non del término sociológico Nación-- ésta fragmentada entre los distintos estratos sociales mexicanos, distintos molinos a los cuales llevar agua (o ausencia de molinos). Carecemos de elemento unificador, destino compartido. Nuestro diario acontecer fluye estratificado, solitario, alzando los codos para resguardar posiciones. El egoísmo hobbesiano acrecentado por un Gobierno que no unifica con señales pluralistas, porque hacerlo sería traicionar al gremio oligárquico que lo puso en la silla. La definición del destino común comprometida ante los mecenas. El Gobierno debilitado ante el remolino creciente que la desigualdad alimenta.
Arribamos entonces a la situación actual donde el debate energético es paradigma. Riqueza del subsuelo que pone al tendedero las diferencias nacionales, y ventila –a todas luces—la desconfianza imperante al día de hoy con los que nos gobiernan. La tardanza de la iniciativa energética gubernamental alimenta suspicacias. Un proceso legislativo que inicia como paradójica conclusión del mezquino actuar de los políticos. La carcajada de todos. Las dobles caras con máscara de bien común. La percepción generalizada de que un cualquiera podría doblar la esquina con el chuchillo clavado en la espalda.
Pero no partamos de premisas falsas. El remolino de desconfianza imperante no proviene de la dudosa legalidad del actual titular del Ejecutivo, ni del liderazgo y los medios inaceptables del caudillo de la izquierda. El deterioro actual proviene de la podredumbre sembrada a lo largo de siglos con muchos nombres, corrupción, desigualdad, prerrogativas, entre tantos otros. El problema axial es el sistema clasista y opresivo en el que fingimos convivir. El problema axial es que la colectividad duda que el Gobierno, desde una pluralidad moderna, pugne y procure por el bien de las mayorías. El oficio público entendido como botín de pocos. La actividad política peligrosamente desprestigiada. La vulgaridad inundándolo todo. La percepción ciudadana cansada ante el no-cambio y la cadena perpetúa.
Estamos entonces en la región de callejones que no llevan al progreso igualitario, a la sociedad más abierta y plural. Incluso ahora, una iniciativa catalogada como “posible” por el Gobierno, choca con un horizonte de diálogos cerrados, tribuna clausurada y remolino que se acrecienta. La incapacidad se torna en desesperación que deriva en culpables linchados en todas las pantallas, y el encono se amplía entre las fuerzas políticas; remolino creciente en la región de los callejones sin salida, donde recular pareciere la única alternativa posible. El Gobierno debe recular. Desligarse de intereses creados y actuar bajo la lógica de Razón de Estado. Ahondar en un nuevo planteamiento donde la visión pluralista sea más nítida, evitando a toda costa la venta de espejitos, técnica comercial inservible en esta época.
La nitidez como requisito de la democracia. La apertura y el dialogo presupone cartas sobre la mesa y confianza en las contrapartes (aunque sepamos que confiar sea verbo de difícil conjugación en la arena política). Se requieren planteamientos pluralistas, transparentes y objetivos. Un actuar de denote conducción, visión de Estado, y que genere confianza. Hoy por hoy nadie cree la historia, en los términos planteados, de que la renta petrolera se quedará aquí para la reducción de inequidades y mejoría de futuras generaciones. La ambigüedad del concepto se traduce en espejitos borrosos, que tal vez antaño funcionaban, pero ya no más, aunque el país siga sumido en desigualdad e injusticia, y aunque nuestros niveles educativos rayen en la vergüenza. Sed de pluralidad y de transparencia ronda ahora por los aires. Sed de un Estado que defina su Razón y que, desligándose por fin de los intereses particulares de sus múltiples mecenas, comience a actuar por el bien de todos, y coadyuve en generar la conciencia de un destino común.