21.9.08

Bonet

Publicado en el Siglo el 21 de septiembre, aqui.
Bonet, ese cafetalero incorregible del sur de la ciudad, parece evocar los recuerdos… la Abuela era como… era como la decidora –me dice entre tímido-- y la amiga de una generación de poetas que a mí me gusta mucho, que es la generación del 27. Ella tenía un grupo de teatro, que no era de ella, pero que andaban durante la guerra diciendo poemas, todos, desde Lorca, Alberti, todos esos en el frente de guerra, como una forma de pelear, también… Y ella viene a México junto con León Felipe, y Grafias, y sí, yo crecí oyendo poesía más que leyéndola, siempre cerca de ella, porque yo casi vivía en un teatro, viendo a mis padres, a mi papa o a mi mama, o al marido de mi mama, o a la Abuela, que trabajaban de martes a domingo en el teatro, y yo casi todas las noches estaba allí, ya sea porque no había quien me cuidara, o porque quería ir, y porque además había un par de obras en las que yo trabajaba de niño.
Bonet extraña encontrarse con alguien porque “es dificilísimo”. Ya no hay lugar que conglomere, que haga tener por lo menos un espacio físico -me dice. Ya no hay una tendencia artística en la que se aglomere a algunos, o a muchos, porque cada quien está jalando agua para su molino, incluso filosófica y artísticamente. Individualismo al cien por cien. Porque una cosa es que un intelectual sea individual por sí mismo, pero debe tener una espíritu gregario en algún momento, porque si no ni siquiera podría crear, porque no sentiría pertenecer a nada. Pero ahora así es todo. Por estos días es difícil ejercer la conversación, porque los cafés lo permiten poco, porque la conversación es cada vez más vana, la gente está cada vez con más ganas de ir a su casa a ver la televisión o a meterse a internet, que sentarse genuinamente a conversar con quien sea.
Por ejemplo: hay una manía muy actual que tenemos que es esto, este aparatito, que está a toda madre, pues, pero… he visto gente platicando que de pronto sigue platicando contigo, según tu, y que se ponen a contestar un mensaje de texto, y según ellos siguen platicando, así, hacen esto… y le dices, ¿Oye que estás haciendo? ¿Estás contestando una carta ahorita? No mames. Estas platicando conmigo… o dime, sabes que, dame 10 minutos que tengo que contestar una carta. Pero obviamente ninguna carta es tan urgente como para que la tengas que contestar en ese instante.
Yo creo que la humanidad siempre tendrá una especie de inercia de regresar a lo más sagrado, a lo más primitivo, a las cosas que si son realmente sagradas. Hay cosas que irrumpen en la vida como este aparatito, y como un montón de cosas, como el propio internet. Pero es temporal. Yo sí creo que el hombre tiene muy en su fuero internismo algo que lo jala hacia lo más sagrado, y que se da cuenta muy rápido de lo en realidad es importante.
Ayer tuve–me dice sin titubeos-- una conversación larguísima con mi mujer sobre un montón de cosas, pero… hablábamos fundamentalmente de eso. Ahora resulta que tener una crisis financiera o que no te vaya bien, te hace un ser humano de segunda o de tercera, porque además así te lo hacen sentir los demás, este… incluso en el terreno familiar. ¿Tú no puedes ponerle aquí con esto? ¡Ah, entonces eres un looser! Esa palabra que usan tanto los adolecentes y heredada por los gringos.
Pero looser no es aquel que es timorato, pusilánime, torpe o desatalentado. No. Looser es aquel que no tiene lana. Y yo creo que de eso en algún momento tenemos que salir porque si no va a haber un colapso social espantoso.
Uno de pronto se pregunta porque hay tanta violencia... Pues hay mucha violencia psíquica. El desposeído no solamente se siente desposeído de lo más elemental, sino que se siente agredido por el que si tiene. Porque el que si tiene –salvo pocas excepciones—es terriblemente ofensivo con él. No porque llegue y lo golpee. Sino porque hay una ostentación terrible que genera desazón y desesperanza ya no digas en el futuro, sino el presente, que desencadena en violencia hacia ese otro que te menosprecia, simplemente porque no tienes.