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Así que habrá mucho Brasil en las vitrinas en los próximos años. Lo cual no deja de tener, desde nuestra óptica mexicana, cierta dosis de curiosidad (envidia) ante sus logros, ante la forma en que vertiginosamente se han colocado como referente latinoamericano en el mundo. Sirven sus avances como cuestionamiento obligado, mirada al espejo.
¿Qué tienen ellos de lo cual carecemos? ¿Por qué han sido capaces, por ejemplo, de tener una industria aeronáutica sólida, capaz de fabricar un avión confiable y funcional como el Embraer 190? ¿Por qué en la actual crisis económica, el pasado mes de agosto, fueron capaces de generar cerca de 250 mil nuevos puestos de trabajo, séptimo mes consecutivo con creación de empleo positiva? ¿Por qué son autosuficientes en hidrocarburos, y cuentan con tecnología de punta para buscar crudo en aguas profundas? ¿Por qué, al fin de cuentas, se han consolidado como el modelo exitoso del desarrollo económico en América Latina?
Ese gran país verde es complejo, desigual, fascinante. Su tamaño físico es más de cuatro veces México y casi nos duplica en población. Brasil es paradigma de mosaico --de contrastes, su bastedad amazónica es capaz de cansar cualquier mirada. Su gran rio es metáfora de futuro caudaloso.
La realidad brasileña tiene también deficiencias y retos colosales. Es conocido que en los latifundios del interior hay explotación a niveles de esclavitud. Pobreza y exclusión desbordada en las grandes ciudades. El abandono y la ingobernabilidad de sus favelas es conocida mundialmente. Existen escuadrones de la muerte, grupos de extermino pagados por la derecha, que actúan en la periferia de las grandes ciudades brasileñas, dedicados a eliminar a supuestos delincuentes o a meros sospechosos, con el fin de acabar con el lumpen. En ese país caudaloso la realidad es de contrastes. Entre grandes oportunidades y carencias, Brasil quiere crecer, se quiere desbordar.
Su presidente, Lula da Silva, ha sido el líder que en los últimos años ha encausado esas fuerzas telúricas tan complejas. Ha logrado cohesionar, dar rumbo. Ante su origen de sindicalista de izquierda, Lula tuvo que competir en cuatro ocasiones para acceder a la Presidencia. En el poder ha demostrado su destreza en el arte de tocar el violín: buscó votos con la izquierda, gobernando con la derecha. Bajo su mandato los brasileños tienen una percepción de unidad hacia el futuro, y, más importante, hay conciencia colectiva de un futuro mejor. A Lula se le escucha, se le sigue, y los avances están a la vista.
Sin retrasos, sin entrar en debates estériles, Brasil es líder en desarrollo de energías alternativas, con el uso de la caña de azúcar para producir etanol. La inversión privada en su industria petrolera, ha resultado en transferencia valiosa de tecnología, y capacidad de competir con los mayores estándares. En materia de innovación económica, sobresalen leyes y reglamentos de gobierno corporativo, transparencia y control. Su sistema jurídico es abierto, atractivo para un capital extranjero sediento de seguridad. Su economía, cimentada en un gran mercado interno, continúa especializándose, fortaleciendo industrias propias con grandes valores agregados.
Recursos naturales y humanos bastos, aparejados a aciertos en materia política y regulatoria, han traído beneficios concretos. Lo anterior, aunado a la existencia de un líder carismático que cohesiona y encausa, ha logrado que ese país proyecte la imagen de haber encontrado unión en su destino. Unión que encausa, guía, encarrila, posibilita; que muestra resultados y genera percepción de avance; que genera una envidia enorme al vernos al espejo.
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