21.2.10

Espacio Público

El país es hoy de violencia, de tejido social roto, de millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, de familias que sufren carencias, de empleos mal pagados, de precios que suben. Un panorama poco alentador, de múltiples aristas, retos, de enorme complejidad. ¿Pero qué hacer? ¿Cómo atacar la problemática? ¿Dónde empezar?

Temas diversos están en la agenda federal. La educación, seguridad, reforma del estado, reforma energética, tributaria, largos etcéteras. Y sin duda, en ese ámbito, amplios consensos se requieren para buscar soluciones. Más a mi considerar hay que actuar en paralelo a nivel micro. Arreglar la casa para hacerla más vivible.

Me refiero a acciones desde el ámbito más cercano al ciudadano –la esfera municipal, donde en la lucha integral contra el crimen, la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades, debe hacerse un esfuerzo particular en materia de desarrollo urbano sustentable y creación de espacio público. Es prioritario, a mi considerar, una política urbana de vanguardia que haga ciudad. Que procure sitios donde el ciudadano se encuentre y se reconozca, lugares que en sí mismos inviten a la comunión con el Otro. Me explicaré.

México tuvo un acelerado crecimiento demográfico a partir de la década de los setentas. Duplicamos nuestra población en menos de cincuenta años. Los índices de urbanización se incrementaron, abandonándose el campo y recibiendo las ciudades grandes oleadas de gente. Toda esa dinámica fue abrupta, espontanea, y la irregularidad fue la norma. Nuestra limitada planeación urbana –entre otras circunstancias, derivó en las ciudades que ahora resentimos. Hoy, una manzana citadina cualquiera, es pared con pared, ningún parque, sólo ladrillo, bloques, calles, autos, los niños encerrados, las madres frustradas. Imaginen lo que resulta de esa desesperanza.

Hay contadas excepciones, es cierto. Más por lo general el crecimiento de nuestras ciudades ha sido anárquico, y por ello vivimos ahora en engendros desarticulados, no equitativos. El modelo de crecimiento se plagó de círculos viciosos. Ha predominado entre la iniciativa privada el aprovechamiento máximo del suelo vendible, derivando en equipamientos no localizados armónicamente al entrono, implicando grandes desplazamientos, carencias elementales, conjuntos habitacionales que son semillero de nuevas patologías sociales, usos de suelo al gusto de la demanda solvente.
Nuestras ciudades son nuestras casas; su armonía y su belleza es nuestra armonía. Y no hablo aquí de sueños guajiros o ideales fuera de realidad. Habló de ejemplos concretos. Justo como la política de Cambio de Piel implementada en Medellín, Colombia. En esa ciudad (que en algún momento fue la más violenta del mundo) hubo una estrategia integral de educación, de oportunidades, de seguridad, pero también se hicieron intervenciones arquitectónicas de clase mundial, justo en las zonas más desprotegidas, donde se encontraba la violencia, destrucción y desesperanza, allí se hizo obra física bajo el principio “lo más bello para los más humildes” (busquen en youtube las conferencias del ex-alcalde Sergio Fajardo sobre el tema).
Si, espacio público es la respuesta. De los mejores arquitectos, con los mejores acabados, buscando emplazamientos dignos en las zonas más problemáticas. Si se requiere expropiar, tenemos que hacerlo. Si los costos políticos son altos, debemos asumirlos. Se requieren intervenciones puntuales en sitios donde el entorno vive entre violencia y carencia. A esos sitios hay que llevar lo más bello. Sin caer en frivolidades, ni dádivas, ni en sueños fuera de lugar. Hacer el esfuerzo creyendo en la arquitectura, en el espacio, y en su potencial para contribuir a exaltar la convivencia ciudadana.

Las palabras de Barragan en su discurso de recepción del premio Pritzker “el novel de los arquitectos”. Al referirse a los jardines, hablaba de que la majestuosidad de la naturaleza perdura para siempre, más reducida a las proporciones humanas, y transformada, es eficiente remedio contra la agresividad de la vida contemporánea.
Publicación El Siglo de Torreón: http://t.co/q5ITJDD