7.2.10

Recuperar la juventud

Rápido, extraño, cual prosa telegráfica, inconexo incluso, turbio como la cotidianidad: traca-traca, metralleta replicando plomo.

En estas épocas violentas e intranquilas, seguramente a usted le ha pasado por la cabeza reorientar su futuro en otra región, o quedarse aquí, continuar esforzándose en su trabajo, esperar se componga la situación. ¿Se ha cuestionado si sirve remodelar tal o cual casa, empezar algo nuevo, hacer otra bodega, invertir en fierros? ¿Seguir apostándole al país, vale la pena?

Lo piensa entre dudas, y con desesperación, porque los años rápido pasan, y las generaciones se pierden en un parpadeo.

“Para ser joven, uno debe tener un futuro” –escribía Camus. ¿Dónde está el futuro, sí ---en términos generalizados, sólo se distingue un convulso estado de ilegalidad que escala en el país?

Por ahora me viene a la mente la historia de un extranjero que decidió invertir en México. Tanto se creía progresar, que incluso contrató asistentes de muy buen ver, que me presumía sonriente por debajo del hombro. Así estuvo, hasta que su director general lo traicionó. Simulando con bandoleros una huelga, lo echaron de la oficina a punta de picahielos. Ahora, con los pies en el escritorio, intentan robarle su clientela. Su defensa por los causes institucionales es costosa, tardada, y por demás imprevisible. La convulsa ilegalidad, que se apropia de todas las esferas, terminó echándolo de Mexico.

“Libertad no es esperanza del futuro. Es el presente y la armonía de la gente y del mundo en el presente”. La academia sueca premió a Camus con el Nobel porque “el conjunto de su obra pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy”.

En esta época, nuestra conciencia es de miedo, incertidumbre por nuestros hijos, por el destino del país, por la posibilidad de tener una vida digna con plenas libertades ciudadanas. Pudiéramos decidir no invertir en fierros, aferrarnos y aguantar que las cosas se compongan, y por allí transitar en soledad, indefenso estático, al ritmo de las mareas, un paso atrás, no tomar decisiones apresuradas, quedarme quieto. ¿Qué otras alternativas existen?

Los asentamientos humanos –en general, tienen dinámicas similares a las de cualquier organismo vivo. Momentos de esplendor, períodos de mala salud, etapas de transición, períodos de colapso, ruina. El propósito de la ley –y su cumplimiento obligatorio, es precisamente orientar las conductas humanas, y darle perdurabilidad a las sociedades. En términos de economía pura, la legalidad genera certidumbre, inversión, crecimiento, plata, mejoramiento en los niveles de vida, más construcción, mayor gasto, más casas, prediales, impuestos, obras, ciudades de banquetas limpias, menos desempleo, mayor seguridad, libertad; y no el cochinero sucio, tranza, desigual y peligroso de nuestro país.

Pero la teta repleta de lechita pareciere no acabarse, porque la clase política sigue teorizando entre el caos, debatiendo la Reforma del Estado, sentados en sus pódiums elegantes, con la parsimonia del dueño de la verdad, retozando entre eufemismos y citas de teoría política comparada, regodeados con la boca llena en competencia de egos, federalismo disfuncional, los peligros que la reelección entraña (les encanta el verbo “entrañar”), las segunda vuelta, las candidaturas independientes, la necesidad de generar sinergias (también les encanta la palabra sinergia).

¡Señores, no mamen! (seguramente aquí mi querido editor pondrá puntos suspensivos, censurándome de nuevo por “malas palabras”; como si la sociedad estuviera todavía en pañales y hubiera que protegerla). Clase política que, incumpliendo el mandato ciudadano, se sume en la coyuntura del beneficio propio, nadando por el primitivo y antipatriótico lodo del hueso siguiente. Que cierto es aquello que los pueblos tienen los políticos que se merecen.

Y nos desespera y nos preocupa aceptarlo, porque los barriles tienen fondo y la economía premia o castiga. La decepción, el inmovilismo del hombre de a pie, el que cierra las cortinas, abandona los pueblos, el que no trabaja porque no tiene oportunidades, vaga y delinque, las dinámicas perversas que todo invaden, derrumbando ciudades, regiones, países.

Todavía pienso con Camus que podamos recuperar la juventud, la confianza en el futuro --una amiga habla de recuperar la ambición. Pero preocupado veo a mi alrededor, los problemas estructurales que tenemos, y el hecho que nuestros retos sobrepasan en mucho las capacidades de quienes tienen el mando. Y preocupado veo también la tentación autoritaria, o el riesgo de un estallamiento social, y pienso que ambos serian no sólo un retroceso, sino que nos arrebatarían aún más la juventud.