Primero: enorme brecha educativa. Segundo: sociedad enclaustrada entre el peligro, la desigualdad y el racismo. Tercero: políticos preocupados solo por proyecto personal. Cuarto: peligro de infracción que se resuelve deslizando 100 pesos por la ventanilla. Quinto: corrupción cancerígena que todo invade, cual hidra venenosa.
Súmele usted además gripes porcinas, remesas que decrecen, el petróleo que se acaba, las ejecuciones que pululan, los niños nuestros que se drogan, el nulo consenso entre cualquier fuerza política, y el resultado es amalgama que no preocupa más, porque no se puede. Cubeta desbordada que riega el zacate.
Llamémosle tranza extendida; ser vivales como modus vivendi. El omnipresente experto de barrio en colocar diablitos, la luz que falta, no traigo luz maestro, y el que altera el kilometraje para vender el mueble, y el uso de suelo habitacional se torna en comercial por obra del espíritu santo, o aquella playa pública que ya se la apropiaron los privados, y el alcalde que tiene un amigo con buenas tierras por la salida oriente, y ya le construyó una brecha; o aquel tesorero que autoriza primero los pagos de los proveedores consentidos, y la encopetada y su séquito que habla de nacos y trata de entenderlos; y aquellos que en la grada del Azteca, viendo al América, le mientan la madre a los ricos de los palcos, y los palcos mismos, y la grada misma, y el América mismo, sumum de artificialidad sin mística, y el Santos señores, allí si hacer un alto y ponernos de pie, el último juego en el Corona, esa cerveza que le gusta a los gabachos, bienvenida con orgullo, de las pocas excepciones de esta decrépita industria nacional que produce un carajo.
Así sucede entonces que estamos rodeados por todos lados, el deteriorado medio ambiente y la basura, tala indiscriminada en montañas, justo donde esa anciana ancianísima de tantísimos años, de piernas que parecen nudillos pelados, regresa con un carrete de leña amarrado a la espalda, y cuida a su nieto que juguetea en el lodo con una vara, martes en la mañana, ya en edad de colegio con los maestros en huelga, por alguna prestación que seguramente a su lideresa la tiene por demás preocupada, esa encopetada a fuerza.
En realidad los preocupados somos todos con el año que termina, lo que sigue para el próximo, los recursos que menguan, aunque el Presidente ya declaró abolida la crisis, y todos aliviados respiramos por obra del espíritu santo, las palabras sabias de nuestros gobernantes alientan… uff, que sabios son, y con qué prestancia discurren en una oratoria que embelesa; pero la moneda en precario equilibro, la ebullición constante de descontentos por tantos años de estar aguantando vara con la suela en la cara, y los analistas que tratan de entender el porqué del estoicismo mexicano, agachón de cabeza como el que más, mientras las encuestas hablan de nostalgias al autoritarismo latinoamericano, y sí, se añora al partido que durante tantos años nos trató como niños, y que se quiere regrese con su encopetado y novia de telenovela, porque los niños de párvulos requieren estar ordenaditos en el patio, con un moño rojo, cantando el himno.
Deberían avergonzarnos las ojeras en el espejo diario, y obligar a entender, frenar el engaño. Pero por obra de un misterio nadie se organiza, nadie saca la cabeza para gritar basta.
Articulo publicado: http://bit.ly/3PDpwy
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