16.11.09

Territorio Santos Modelo


La locución latina “Panem et circenses”, al pueblo pan y circo, representaba en su origen la costumbre de los emperadores romanos de regalar alimento y acceso a juegos circenses, como forma de mantener al pueblo distraído de los asuntos políticos. Digamos que el hecho de tener un nuevo estadio en La Laguna, en medio de descomposición política, social, de seguridad y económica, y que en la calle se palpe la sonrisa de un nuevo comienzo, es evidencia de que los romanos, desde hace más de dos mil años, eran magos para aquello del juego del titiritero.


Sin embargo no se trata de andar de aguafiestas. Los piropos abundan. El estadio es moderno, estético, funcional y el futbol se ve espectacular. La suma de esfuerzos es loable, y el sitio potenciará una muy importante explosión económica en la zona. Pero de cualquier forma es necesario acompañar al catálogo de merecidas loas, algunas consideraciones personales sobre el nuevo Territorio Santos Modelo.

El nombre me gusta porque es largo y se paladea con orgullo. Remite a frontera inviolable donde habitan guerreros. La inclusión del nombre de la cervecería es entendible, y más cuando un juego de dobles significados convierte al territorio en un complejo deportivo cuya modernidad sirve de ejemplo. Un territorio como modelo a seguir.

Tener un estadio clasista obedece al hecho de que el crecimiento y la sofisticación de las sociedades, trae aparejado ese tipo de divisiones. Usted me podría pedir que me deje de cuentos y me vaya a sol, y con gusto lo haré, más es irrefutable que la existencia de palcos, plateas, y secciones diversas, ha dividido la experiencia de ir a la cancha, y ha segregado a la afición. Nuestro estadio Corona era cancha de rancho, era en si mismo democrática, todos estaban en el mismo cuarto a la misma altura, y el festejo era una masa uniforme que gritaba por todos lados.
Sólo me ha tocado estar una vez en el estadio, y en un juego amistoso, pero tengo serias dudas de que el estadio presione como el Corona. Me sentiré contento en caso de estar equivocado, porque nuestra antigua casa se volcaba a la cancha, era toda ella un colofón de cemento, y a los jugadores los rodeaban un grupo de amigos. El respeto a nuevas tendencias de diseño, y a estándares internacionales de seguridad, ha resultado en un estadio extendido que comulga más con las escaleras y con la salida.

Estoy seguro que más de uno de ustedes, sentadito en su nueva y reluciente butaca verde, y comprando pizzas en esos negocios concesionados de letreros uniformes, extrañará salir al medio tiempo a gritar desde la malla, para que Chilo te alcance uno de adobada con doble aguacate, sin mayonesa, jalapeños verdes, partido a la mitad, mucha sal, un par de serranos afuera. El pasado miércoles se civilizó el futbol en Torreón, por el resto de los siglos, amen.

Tuve la oportunidad de atestiguar las dinámicas en la zona de palcos. Comprobé la supervivencia de esa tan extendida costumbre lagunera y norteña de dar la vuelta, donde los jóvenes andan en auto saludándose por la tarde. El pasado miércoles la gente caminaba, se visitaba, asomaba las cabezas en los palcos ajenos, tal vez curiosos de número de años en la botella de Whiskey. El pasado miércoles en La Laguna, en un evento para ver y ser visto, nació el Rol en la zona de los palcos del nuevo estadio.

Estamos contentos --sin duda. Tenemos un estadio magnifico y nos sentimos orgullosos de su existencia. Pero no nos traguemos aquello del “pan y circo”. Esta sociedad y esta ciudad tienen carencias estructurales. No dejemos que ese brillo impecable de butacas verdes nos conforme. Que no nos detenga para denunciar y demandar la solución a los problemas verdaderamente importantes que tenemos. No nos traguemos aquello del pan y circo.

Articulo publicado: http://bit.ly/1upruk
Foto: Cortesia Nacho Lopez Portillo