Un administrar la decadencia, un saqueo previo hundimiento, una incapacidad busca-excusas, una enconada división de clases, un sálvense quien pueda, un des-orgullo decaído, un país de rodillas.
¿A poco piensa usted, que ganar el mundial, nos sacará del hoyo?
Pero mientras más distracciones existan, mientras más circo nos invada: mejor para nuestra clase política. Así verán desviada la presión que les aqueja, encontraran oportunidad de reorientar su propio destino político, de consolidar tejemanejes antes del precipicio, preservar lo propio, zancadillar al prójimo, resistir el desgaste. Con las elecciones cercanas, pareciere el Presidente intentar capitalizar a futuro, desde Sudáfrica, un posible éxito de la selección, la última baraja que le queda, la apuesta de engañar de nuevo a este pueblo de descerebrados.
Porque en época de futbol, y con violencia en escalada, es más que evidente la alianza redonda por lo no importante. El pasado viernes la selección mexicana paralizó todas las actividades gubernamentales, escolares, de negocios y hasta las campañas políticas. ¿Podemos creer semejante despropósito en esta tierra tan convulsionada? Solamente es posible entender este hecho irracional, visitando al sicólogo de masas. Su diagnostico dirá que existe una masa harta de la cotidianidad, buscando el olvido, permanentemente. Esta alianza entre el gobierno, las televisoras, el futbol, el mundial, la comercialización, propaganda, y sinfín de vericuetos, está pensada para idiotizar al pueblo con su opio redondo, con el jabulani de gajos.
Realmente me apena el nivel de estupidez, lo ridículamente idiotas y enfermos que estamos todos los mexicanos con estas distracciones estériles, incluyendo al que escribe estas letras, que también gritoneo entusiasmado desde temprano, también futbol picante por las noches, también las noticas del empate en los diarios del día siguiente. Lo reconozco: yo también quiero olvidar y evadirme de lo cabronamente duro que esta todo esto.
Cierto: la vida no se puede tomar tan enserio –porque terminaríamos enloquecidos. A mí no me lo tienen que recordar. Les aseguro que siempre he sido un mago para la disipación y el ocio. Pero eso de estar idiotizados hasta el cuello, en un estatismo agónico, en una inmovilidad de no hacer nada, en un miedo perenne, es más de lo que un cerebro medianamente prudente puede aceptar.
Nunca pensé ser aguafiestas, e incuso nunca pensé verme capaz de escribir estas líneas. Pero realmente me duele el corazón al reconocer mi deseo: quiero que la selección regrese de Sudáfrica pronto. Mi estomago me pide victorias, pero mi cerebro me pide no actuar desde el impulso. Ante este opio de masas, irnos bien en el mundial será seguir anestesiados, reivindicar la mierda que asiste a los directivos, a todo el futbol, y dar espaldarazo a un presidente que se enfrascó en una guerra perdida de inicio, y en la cual ya no sabe ni dónde meterse, al frente de una administración que ya no sabe ni que hacer.
Quiero que perdamos pronto. Realmente no quiero que existan obstáculos ni distracciones para este deterioro político que tiene que orillarnos al cambio. Urge darnos cuenta tajantemente de los espejos en venta, de las falsas promesas que nos pintan la cara, de la forma en que los poderosos se aprovechan de esta nuestra estupidez tan dolorosamente histórica, de este México tan burdamente engañado.