21.3.10

Espejo

Ora sí que no es de a gratis estar en hoyo profundo, con el agua hasta el cuello, en esta tierra de colosales mentirosos, de desorganizados a ultranza, de egoístas desnudados por la inseguridad que carcome, saboteadores de éxitos ajenos, machos vende patrias, chovinistas y maquilladores compulsivos de libros de texto, fanfarrias y catafixias que adornan el altar del todopoderoso, donde un logro mayor es alcanzar anhelos de la mano de chabelo, auto engañados todos por la dadiva o complacencia, ansiosos de pertenecer, aunque sea de inercia, al influjo parco, erudito e informado de los noticieros de toda la vida.

Estamos como estamos por la mierda que en nuestra ignorancia aguantamos a cucharadas: lo que nos venden como verdad: el pescuezo sometido y la cabeza gacha. Por ignorar en esencia lo que ata o libera, aquello que nos tiene de polvo hasta las narices, la componenda con el compadrito que recién consiguió el orgulloso hueso, que arremangándose se moja los bigotes acicalándose de polvoreadas por lo que se echará al plato, compartirá un Merlot Sauvignon Blanc, así, pronunciándolo muy afrancesado, para que todos sepan de sus viajes, sus viáticos, que ya trepó el escalafón, que anda al mismo nivel de los pandrosos hace-cine que son nalga encuerada con sus creaciones de risotada fácil, a la par de vedettes en decadencia que al brazo de políticos encumbrados generan el delirio del respetable, multiplicados, magnificados, perfeccionados por la caja televisora vende-patrias-aniquila-intelectos-genera-idiotas, la pájara peggy y todos sus polivoces, la imaginaria de siempre que engañando continuamente parece no agotarse.

Pero no señores, estémonos quietos, y veámonos al espejo: nuestro desprecio por el otro flota en el aire, el sospechosísimo ante todo lo que diga unámonos. Mejor solos y en declive cubiertos de lodo. Destruyendo playas, llenándolas de basura, sumidos hasta el cogote de desequilibrios ecológicos, ignorancia brutal que transfiere las arenas, saqueadores de arqueología, incendiarios de guarderías, el billete a la capital y es para pocos, y así seguimos, en el vacio transitar de todos los despertares, conformándonos con satisfacciones a medias, aguantando bofetadas por los siglos de los siglos, y después a lo que sigue en la soledad de siempre. No de a gratis tenemos los índices mundiales más altos de eyaculación precoz. Egoístas de beneficio propio nada en pareja funciona, solo el ojo blanco el mío a la hora del chisguetazo.

Negados para la solidaridad salvo en ocasiones extremas, egoístas ladinos con mascaras a más no poder, anhelando un difuso destino manifiesto, que nuestra raza cósmica se asome y decante, fanáticos estériles de futbolistas descoloridos, impulsivos amantes de la isla del padre, brisas californianas, el spa rejuvenecedor, el objeto innecesario, encopetados preocupados por uniformar al servicio domestico, voces incoherentes defendiendo curas pedófilos, la misa del domingo, bebedores anónimos de cerveza desperdiciada, ingratos viernes de oportunidades perdidas, carcajada fácil y nulo rigor, doble voz, doble lenguaje, mínimo esfuerzo, tirar por la ventana la basura sin que cueste trabajo, menta madres desde el claxon al que hizo bien las cosas. Así, capados por nuestra historia, llenos de mascaras, lambe-huevos insólitos porque así nos lo impusieron, desde el tlatoani, desde el virrey, anquilosado lenguaje revolucionario de liderazgos que añoramos nos regrese al camino de la cordura, corruptos lacónicos hipócritas a más no poder, puritanos homofóbicos reprimidos a consta de no ser, vicios generales como espejo de descomposición compleja que nos invade y nos somete.

¿Dónde estamos, cual es nuestro destino? --podríamos preguntarnos. ¿Cuál es nuestro ser o idiosincrasia? ¿O es que únicamente somos uno más en permanente mutación? Una vorágine de yuxtapuestos rostros sin cohesión alguna, cuya unidad no va a ninguna parte, no tiene destino que perdure, nada que nos una más allá de los tres colores obligados, transitando como cualquiera sin solidaridad al prójimo, escupiendo al jodido, cerrando los ojos al semáforo y solo por la ventanilla desperdigar monedillas, y lo demás no importa porque hay que seguir tranzando, que se joda el otro e incluso el país, porque su significado ignoramos, ni sabemos si existe, y solo atestiguamos tierra, un montonal de mierda, y algunas cuantas miradas preocupadas, o que dicen estarlo, desde una falta de rigor muy nuestra.