18.12.10

Monologo por la coherencia

¿Buscando un adjetivo calificativo para el ánimo nacional?

Intentemos precisión: ¿…desesperanzado, o agüitado, sometido…, desilusionado?

Recostémonos cómodos al diván de esa esquina, con las manos en la nuca, y hablemos en voz alta de lo que sentimos.

¿Ánimo nacional resignado…?

¡Busquemos!

¿O, acaso, simplemente, nuestro hartazgo es tal que cualquier ejercicio de autoexploración se reprime a priori, sabedores de que no encontraremos respuestas, pues nuestra génesis, colonia e independencia, flageló de tal forma, que incapacitó a este México desigual a consensar no solo destino y ruta, sino punto de partida y diagnóstico? ¿Acaso nuestra diversidad enriquecedora entorpece? ¿Somos aun jóvenes desbocados buscando madurez? ¿O somos más bien, como yo lo creo, con todas las letras, el ave flagelada de la pirámide de piedra, antigua y lastimada, dispuesta a despegar, a consolidar los avances logrados a fuerza de historia, deseosa de asumir coherencia?

Respondamos, e intentemos identificar donde estamos atorados. Porque, de otra forma, cómo explicar un progreso inferior al potencial objetivo: 110 millones de habitantes, bono demográfico, litorales, fronteras, recursos, posición geográfica envidiable, avances importantes en infraestructura. ¿Por qué entonces atorados sin el desarrollo que podríamos alcanzar?


Precisamente, en su ensayo reciente “Regreso al Futuro”, Aguilar Camín y Castañeda hablan de una nación con necesidad de terapeuta. Miguel Carbonell, por su parte, menciona auto-sabotaje. Y circundan sobre el desasosiego opiniones diversas, percibiéndose, en síntesis, que, aunado a problemática concreta en gestión de gobierno, fragilidad institucional o rendición de cuentas –por mencionar algunas, preocupa la salud lastimada del psique colectivo. Como un elemento del instinto de manada, el entusiasmo de cada miembro (o su desanimo), aumenta consecuentemente, reflejándose en el pensar conjunto.

Y en esas estamos, y así vivimos a medias, y en año y medio elegiremos nuevo Presidente, y en nuestra reflexión individual desesperamos. Vemos, atónitos, que la tónica competitiva en alta esfera, los esfuerzos electorales de “convencimiento”, en general, se aprecian ajenos al ánimo nacional, o no enfocados en discutir de fondo donde estamos, lo que somos, y a donde vamos. Los participantes de la lucha política calculan solo sumas y restas de movilización y clientelismo. La cargada es ficha ciega de domino, y la contienda se simplifica al ámbito de lo inmediato. La carencia de reflexión y rumbo amenaza con arrastrarnos a una depresión más de fondo.


A la clase política, por su parte, parece esto no importarle. Sus movimientos, como es de esperarse, son en y desde la trinchera de lo próximo asequible. El proselitismo de caverna a vieja usanza funciona, y aunque sea en si mismo dañino, y aunque sea receta que nace de desigualdad, pobreza e ignorancia, nadie pretende cambiarla, porque es lo que les permite llegar a la silla. Justamente la lógica perversa de hacerse de la representación, en base a dadiva inmediata, discurso superficial, compromiso irresponsable, no solo deslegitima el fondo, sino que confirma estancamiento y acrecienta la percepción de ausencia de rumbo.

Estas palabras son el monologo individual desde el diván del que observa. Falta año y medio para una elección del 2012 que será importante y dramática. Que marcará el rumbo que sigue a doce años panistas que representaron “transición democrática”, fallida o no, pero que fue un antes y un después, y de la cual salimos con mayor transparencia y libertad de expresión. Pero ahora, en esta circunstancia, no equivoquemos caminos. No insistamos en el atolladero de una opción irresponsable, de intereses oscuros particulares, o de alguien sin tamaños, sin visión o coherencia que nos lleve a retomar un ánimo conjunto.

Los caballos, los colores, los amarres y las posibilidades empiezan a verse. Observemos sus caras de cerca, sus capacidades y trasfondos. Hablemos, participemos, difundamos e indaguemos. Transparentamos capacidades, exijamos debates sin formatos rígidos, y conozcamos de cada quien su lectura del presente y plan hacia el futuro. Y, al final de todo, votemos libremente.